Pablo es de la Vuelta del Paraguayo. Hace casi diez años camina las calles de barrio María Selva ofreciendo su oficio: ser barrendero. En el mes de abril sufrió un accidente con su moto en la esquina que forman bulevar Gálvez y Vélez Sársfield.
Este hecho lo obligó a tomarse una licencia de más de tres meses en su trabajo. Sufrió fracturas de costillas, una lesión en la columna y el hombro dislocado. Recuperarse para poder seguir. Mientras estuvo fuera de su rutina laboral, extrañó una amistad tan llena de amor como tierna.
Desde hace cinco años caminaba a su lado Manolo, un perro al que conoció mientras realizaba sus tareas. Así se enteró que había perdido por fallecimiento a la persona que lo cuidaba. Durante todo este tiempo, ambos se cuidaron, se quisieron y se hicieron compañeros inseparables.
Cuando Pablo sufrió el accidente, Manolo se quedó temporalmente sin su amigo humano. Cuando la empresa de recolección de residuos se enteró de la situación (Urbafe) decidió que el hijo de Pablo, que también trabaja como barrendero, lo acompañe para que no que de sin cuidados y pueda seguir recibiendo cariño.
El reencuentro se dio este martes en la zona de avenida Aristóbulo del Valle, entre el Puente Negro y Galicia. Manolo corrió feliz para reencontrase con su amigo. A Pablo se le quebró la voz y alguna lágrima se le escapó.
Ambos se extrañaron. Ambos necesitaban ese abrazo. Manolo sin saber lo que le había pasado a Pablo y este sin saber aún que la amistad y la fidelidad también puede estar en ser de cuatro patas.
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