La última vuelta no fue una más. Después de 30 años recorriendo calles, saludando pasajeros y llevando historias sobre ruedas, Jorge, chofer de colectivo, se jubiló y lo hizo a lo grande: con aplausos, sorpresas, chocolates, y un colectivo cargado de afecto.
“Ya estamos en casa, no hay retorno ahora”, dijo Jorge emocionado mientras realizaba su último recorrido laboral, sin imaginar que lo esperaba una fiesta sobre ruedas. Familiares, amigos, compañeros y hasta pasajeros se sumaron a una despedida tan cálida como inesperada, con banderas, regalos y saludos espontáneos en cada parada. “Una chica me regaló un borbón, un chocolate. Llegaba a una parada y la gente aplaudía. Pensaban que pasaba algo, pero no, era todo fiesta”, contó Jorge conmovido.
La celebración fue organizada en secreto por sus seis hijos, quienes coordinaron que familiares se fueran subiendo en distintas paradas, mientras otros lo esperaban simplemente para abrazarlo y bajarse. “Fue hermoso. Inesperado. Mis hijos me dijeron: ‘la última vuelta la vamos a dar con vos’, y lo cumplieron. Se sumaron todos: mi hermano, primos, sobrinos, amigos...”.
Durante tres décadas, Jorge fue testigo del paso del tiempo sobre el asfalto: “Arranqué en la línea 107, cuando se cobraba con boleto y dábamos vuelto. Después vinieron la tarjetita magnética, los nuevos sistemas. Viví todos los cambios”.
Más allá del uniforme y el recorrido, lo que deja es una red de afectos y anécdotas imborrables: “Me saludan chicos que me dicen ‘me llevaste toda la secundaria, toda la facultad’. A todos no los conozco, pero ellos sí a mí”.
Aunque se despide del colectivo, no se baja del volante: a los 62 años, planea seguir activo con unas camionetas que preparó para realizar repartos. “Argentina es un país generoso, vivir de la jubilación se pone difícil”, bromeó.
Pero el futuro también trae nuevos pasajeros: “Hace tres días nació Genaro, mi tercer nieto. Y vienen dos más en camino, así que la cochera va a parecer un estacionamiento de cochecitos”.
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