Este martes por la noche, vecinos, familiares y amigos se reunieron en un emotivo homenaje en la esquina de Maestros Santafesinos e Isola, donde hace exactamente tres años, Claudia Ferreira, asistente escolar, y su hija Virginia, de 32 años, fueron víctimas de una ráfaga de disparos mientras esperaban el colectivo.
El hecho ocurrió tras una tarde en familia. Claudia, consciente de la creciente inseguridad en el barrio, decidió acompañar a su hija a la parada. Pero lo que parecía un gesto de cuidado se convirtió en tragedia cuando un auto gris se detuvo frente a ellas y, sin mediar palabra, uno de los ocupantes abrió fuego. Claudia murió en el acto; Virginia, bailarina y profesora de danzas árabes, luchó por su vida durante dos meses, pero finalmente falleció en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.
Desde entonces, la ciudad no las olvida. La noche del aniversario se encendieron velas, se colocaron banderas con mensajes como “Justicia por Clau y Vir”, y se pintó una estrella roja con sus nombres sobre la vereda. El lugar, convertido en una especie de santuario, permanece como un símbolo de dolor e impotencia frente a la violencia urbana.
Carlos, esposo de Claudia y padre de Virginia, expresó “No me importa quién fue. Eso le corresponde a la Justicia. Lo único que le pido a la gente, y a mis hijos, es que no se llenen de odio”.
Gustavo, quien fue pareja de Virginia, también compartió su testimonio “La vida cambió para siempre. Pero el amor entre quienes seguimos acá nos sostiene. Lo único que podemos hacer es honrarlas y seguir pidiendo justicia”.
Durante el homenaje, varios vecinos recordaron con emoción y tristeza a las víctimas. “Fueron muertes absurdas, injustas. Podría haberle pasado a cualquiera”, dijo una de las asistentes.
A pesar del paso del tiempo, el barrio sigue conmovido por lo ocurrido. La causa judicial continúa sin resolución firme, y aunque las investigaciones avanzaron, el autor del crimen no ha sido identificado ni detenido.
En un contexto donde la violencia callejera parece no dar tregua, el recuerdo de Claudia y Virginia sigue más vivo que nunca, y el pedido de justicia se renueva con fuerza, con cada vela encendida, con cada nombre pintado en la vereda y con cada abrazo sostenido entre los que aún esperan respuestas.
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