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A los 68 años le restauraron su muñeca de la infancia y volvió a sonreir
La historia de María Facchini es un reflejo de como el afecto y los recuerdos pueden materializarse y proyectarse en objetos físicos. Cuando era una niña recibió un regalo que la acompañaría en todas las etapas de su vida: una muñeca que sus padres le compraron sin saber que era algo más que un objeto, un angel guardián vestido de juguete.
Desde su Monte hermoso natal se trasladó a Bahía Blanca y durante 66 años conservó ese obsequio de la infancia que el paso de las agujas fueron deteriorando. Esto la mantuvo preocupada porque siempre soñó con devolverle la frescura a su bebé de plástico hasta que conoció a dos restauradores locales que hicieron posible su anhelo.
"Yo tendría cinco años y en uno de los viajes que hacían mis padres a Dorrego para hacer compras porque en Monte Hermoso habían pocas cosas en aquella época, me llevaron a mi y pasamos por Casa López que era una juguetería inmensa y en la vidriera estaba esta muñeca. Nos arrimabamos y yo se la pedía y mi padre me decía que ahora no la podíamos comprar", relató la mujer a Telefe Noticias.
El pedido de María fue tan contundente y lleno de ilusiones que su familia no pudo negarse a regalársela. Le prometieron que sería la noche de Reyes Magos y así se cumplió lo pactado, en un momento de la historia donde la inmigración era moneda corriente, el dinero escaseaba y todos buscaban construir puentes de estabilidad con los recursos que disponían.
"Todo costaba mucho y pienso que esto les costó muchísimo a mis padres y será eso que a mi quedó sin que ellos me dijeran porque creía que habían sido los Reyes. Después entendí que fue con mucho esfuerzo", razonó.
La muñeca fue algo más que un plástico coloreado y con facciones moldeadas a semejanza de una niña. Se erigió en una ineludible compañía de esta mujer a través de los años: Desde su adolescencia, a ser testigo de su casamiento y la mudanza a un nuevo hogar, mientras era envuelta en esos periodos con una sábana hasta que pudiera ser reparada a ese rostro angelical de la juguetería.
"Hace cosa de hace dos meses, caminando vi un negocio chico de antigüedades, le pregunto al señor que estaba en el mostrador ¿Usted no sabe quien repara muñecas? y me dice yo y así fue", describió.
En cada oración y gesto a María se le dibuja la alegría y le brota por los poros el agradecimiento al hombre que le devolvió un icono de su infancia, un pedazo de recuerdo personificado y, en algún punto, con el sentimiento de que sus padres velaban por bienestar a través de ella.

Los encargados de restaurar su "tesoro" manifestaron que no podían decir "No" a la ternura de sus palabras y a su deseo postergado de tantos años. "Con Carlitos nos pusimos a trabajar y nos tomamos un desafío que creo que salió bastante bien", resumió Beto.
Manipular un objeto de un valor conferido tan sentimental fue tomado con cariño por estos nobles trabajadores. El proceso de restauración fue desde cero, con inicio en su cabeza, ojos, extremidades hasta recuperar la soltura del movimiento y el llanto de la muñeca.
"Para nosotros en especial que esto haya vuelto a brillar, a que la gente se detenga en el negocio y pare a mirarlo es nuestro orgullo, es todo", definió.